Desde pequeñitas nos han dicho que debemos priorizar a los demás antes que a nosotras mismas. Elegir nuestro bienestar era de egoístas. Eso nos ha dado una fuente de desdicha que está en nuestra mano cambiar.
Que nos elijamos a nosotras primero no quiere decir para nada que seamos ególatras o malas personas. Es simplemente saber quién es la persona realmente en tu vida, a quién más puedes cuidar. Porque si te cuidas a ti misma, estarás a tope de energía, salud y vitalidad para ayudar a tus seres queridos.
Indudablemente, una persona que no está feliz consigo misma, que pone a los demás por delante de sus propios intereses y necesidades o que pospone su cuidado por cuidar a otros, no podrá dar los mejores cuidados de los que es capaz.
En cambio, cuando tú estás dando la importancia que merece a tus necesidades y priorizas tu bienestar (sin atacar al bienestar de otros), serás capaz de aportar muchísimo más a quienes te rodean.
A continuación te dejo 3 tips para empezar a amarte más y, poder así, dar muchísimo más amor, cariño y ejemplo a los que más te importan.
Dedicarme tiempo de calidad
¿Cuándo fue la última vez que elegiste hacer aquello que te apetecía antes que lo que debías hacer? ¿Tienes agendado ese rato para hacer lo que te apetece y te hace bien? ¿Cuántas veces has dejado pasar tus necesidades por poner delante la de tus hijos, padres, etc?
Tener tu momento para ti cada día o, al menos, cada semana, te dará esa paz interna que te hará reconectar contigo misma. Reserva un tiempo para hacer algo que te guste o que necesites, especialmente aquello que realices tu sola: tu tiempo de meditación, de lectura, de masaje, de entrenamiento…
Y, como lees, te recomiendo que sean actividades que te hagan bien pero, sobretodo, que las hagas sola. Puede ser que ver una peli con tus hijos sea algo que te haga bien, pero en ese tiempo no estarás contigo misma, sino pendiente de otras personas, por lo que no podrás dedicarte la atención que necesitas.
Evitar malos entornos y compañías
Prioriza con quién te rodeas. Alguien a quién, generalmente por costumbre, quieres mucho pero que te hace mal por cómo te hace sentir no debería formar parte de tu vida. Básicamente por eso, por que no te hace sentir bien, por lo que no podrás dar aquello que no tienes a quienes realmente te ama.
Nosotras somos como espejos: reflejamos aquello que tenemos o que nos dan. Si nos dan mal cariño, nosotras nos daremos y daremos a otras personas lo mismo.
Es por tanto el momento de limpiar el espejo, elegir qué queremos reflejar y ponernos siempre como prioridad, pues la única persona con la que pasarás la vida eres tu misma.
Ser agradable y exigente conmigo misma
Ser agradable y amorosa contigo misma no quiere decir que seas indulgente. Cuando te quieres bien no eliges cualquier cosa para ti, si no lo que sea mejor para tu vida.
Por ejemplo, tal vez hay días en los que no nos apetezca entrenar. Si somos indulgentes, nos inventaremos una excusa del tipo “me quedo en casa, que estoy muy cansada y hay que cuidarse”. En cambio, si somos exigentes, vamos a entrenar a pesar de las ganas porque es una forma de cuidar mente y cuerpo. Ser excesivamente exigente sería si nos obligásemos sí o sí a entrenar, sin tener en cuenta que realmente estamos cansadas pues llevamos muchos días y mucha carga de entrenamiento, y que hoy nos hará mucho más bien que mal descansar o elegir otra actividad.
Ser exigente tiene un peligro oculto, pues podemos excedernos y torturarnos a nosotras mismas. La clave es jugar en esa delgada línea entre hacer lo que debemos hacer para cuidarnos y no caer en la autoflagelación.
Como decía al inicio, la sociedad nos empuja a servir, sea como sea que nos encontremos personalmente. Lo que está mejor visto es hacer aquello que sea lo mejor para los demás, aunque vaya en contra de ti. Pero eso sólo nos ha hecho sentir mal, pues nosotras debemos ser nuestra prioridad. Sólo podremos cuidar bien y sano si nosotras estamos a gusto con nosotras mismas. Ámate conseguidora, es el mejor regalo que le puedes hacer a los demás.