Si estamos como estamos (en todos los ámbitos de la vida), es porque lo necesitamos para algo. Es duro de leer, pero es la verdad. Si no cambiamos es porque no queremos cambiar, porque ese estado en que nos encontramos actualmente nos beneficia en algún punto.
Deja de mentirte
Haces lo que dicen que hay que hacer para alcanzar eso que deseas pero fallas una y otra vez. Y tú te lamentas: “¡Qué desgraciada soy! ¿Por qué yo no lo consigo?”. Y es que, de verdad piensas que lo estás dando todo, que lo estas poniendo todo de tu parte para conseguir ese resultado, pero no hay manera en que llegue.
Déjame decirte que no, no lo estás dando todo. Estás haciendo el mínimo exigible, estás cubriendo expediente. Haces algo y, mentalmente, crees que lo estás dando todo. Pero no es verdad.
Y en lo más profundo de ti, esto lo sabes. Sabes que puedes dar muchísimo más, que no lo estás dando todo. Sabes que estás yendo a medio gas. Pero es que no quieres cambiar. No es que no quieras tú porque eres masoquista y te encanta maltratarte, no. Es tu mente.
Tu mente está hecha para protegerte, para que sobrevivas. No está para nada interesada en si deseas adelgazar, aprender a tocar la guitarra o dar un discurso en público. Su misión principal es mantenerte con vida.
Para ello, a lo largo de tu vida ha ido creando unas adaptaciones y una forma de conducta que ha hecho muy bien su misión y por eso estás aún con nosotros. Pero claro, esto choca directamente con tus deseos y tus ganas de cambiar.
Es decir, tú deseas hacer algo, como hacer un deporte, pero a tu mente no le interesa, porque así podrá quejarse de que te duelen las articulaciones o no logras bajar peso, y, de esta forma puede, por ejemplo, recibir la atención de cuantos te rodean.
Enfréntate a ti misma
¿Qué hacemos para salir de esa rueda? Crear consciencia. Verlo, al fin y al cabo. Muchas de estas conductas no son visibles cuando vamos con el piloto automático. Pero hay que parar y escuchar. Mantenerse alerta para detectar cuándo se puede repetir ese patrón y ahí mismo sobre el papel, pararlo y rectificarlo.
¿Cómo ver esto? Con observación, con meditación y con agallas. Hay que ser muy valiente para atreverse a ver tu parte más dolorosa en torno a la cual has creado una capa aislante (nunca mejor dicho), para que no se vea ni se note. Cada vez que algo o alguien se acerca lo suficiente, la mente repite el patrón que ha hecho siempre y que, hasta ahora, le ha permitido mantenerte con vida.
Por eso, debemos estar muy concentradas y atentas, permitiendo escuchar nuestra mente y nuestro cuerpo, conociendo cómo actúa ante cada situación y aprendiendo a detectar cuándo se avecina una situación difícil y parando el automatismo tantas veces repetido con anterioridad.
Bonus: Ten paciencia contigo misma
Los cambios no son fáciles ni rápidos. No olvides que llevas prácticamente toda tu vida con esa dinámica. Acostumbrar a tu mente a actuar de otra forma no será de la noche a la mañana.
Cuando vuelvas a hacer lo que hacías, no te lo reproches. Ámate más. Entiende que estás aprendiendo y que eso lleva su tiempo. En lugar de reprocharte, piensa en todo lo que ya has cambiado y mejorado.
Conseguidora, trátate con todo el amor que usarías para tratar a la persona a la que más ames, pues si no te quieres tú, ¿quién te va a querer?
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