Siempre hemos escuchado que no hay que pasar dolor, que debemos huir de él, que no es bueno. Pues creo que nos equivocamos: hay que sentir dolor. Pero no desde una visión masoquista para hacernos más y más daño, sino usarlo inteligentemente para nuestro bien, para crecer y mejorar nuestra vida.
El dolor es una guía.
Cuanto más huimos de algo, más veces se repite en nuestra vida, ¿te habías dado cuenta?. En cambio, no aprendemos la lección y cada vez que se presenta ese suceso, volvemos a actuar igual, huyendo de él como de la peste. Sin ver el valor real de eso que acaba de pasar.
Y es que el dolor actúa de guía de vida: si algo te duele es porque hay cosas que trabajar ahí. Huir no ha sido ni será nunca una solución. Y seguramente tú me puedes dar miles de ejemplos en los que esto se ve reflejado en tu vida. ¿Acaso no te ha pasado, por ejemplo, que no te quieres pesar porque sabes que pesarás más que la última vez? ¿Y eso ha servido de solución para tus kilos de más? ¿Han desaparecido por arte de magia?
Por esto te pido que, la próxima vez que te des cuenta que hay algo que se repite en tu vida, estudies detenidamente si te duele especialmente. Y, si es así, quiérete mucho y no huyas. Tu felicidad está en juego.
¿Sientes dolor? Úsalo.
Vale. Ya has visto que algo te da miedo y que llevas mucho tiempo huyendo de ello. “¿Y ahora qué hago?” me preguntarás. Pues fácil: úsalo.
Sí amiga, usa ese dolor para tu beneficio, para crecer y sanar viejas heridas. Estas heridas se han hecho más grandes con el paso del tiempo de tanto huir de ellas. Las has ido evitando una y otra vez y has creado tanto miedo a pasarlo mal a su alrededor, que ahora son un monstruo sin control.
Por eso te pido que lo enfrentes. Aún con miedo, enfréntate a ese dolor. Como te decía en este post, la mente está hecha para protegerte, y, en la mayoría de ocasiones, de ti misma. Posiblemente ese dolor ni siquiera sea para tanto. Pero en su momento, con las herramientas de las que disponías entonces, era un dolor excesivamente grande para ser gestionado por una mente no tan madura. Creó entonces la mente una coraza de dolor alrededor para evitar que te acercases.
Pero ya ha llegado el momento de cambiar esta conducta. Ahora dispones de más herramientas, además de más insatisfacción, por lo que debes usar ese dolor para apalancarte y usarlo de manera que te haga cambiarlo.
Enfréntate a ese dolor. Haz de él un trampolín que te haga crecer a un nivel superior. No repitas la “solución” que venías haciendo hasta ahora y que no te ha ido especialmente bien, por eso te ves de nuevo en las mismas.
Con esto te quiero decir que, cuando notes que algo te duele, seas valiente y ahondes un poco más ahí, pues después del dolor vendrá la recompensa. Anestesiarte no sirve de nada, simplemente para seguir sufriendo. La vida es para los valientes.
¡Atención! Cuidado con los potenciales excesivos
Ya te he hablado antes de los potenciales excesivos, que es cuando pones demasiado empeño en conseguir un resultado determinado. Es decir, te obsesionas demasiado con un objetivo y pasas de estar ilusionada y motivada por conseguirlo, a amargarte y estresarte porque no lo logras.
Este comportamiento te aleja más y más de alcanzar el resultado, a la vez que te hace tremendamente infeliz. Por lo que, tarde o temprano, acabarás abandonando la idea y creando aún más dolor sobre ella.
La clave del éxito está en el equilibrio, en ver dónde duele y qué queremos cambiar y comprobar que estamos haciendo las cosas bien para conseguirlo. Si se consigue o no, es otra cosa, al final lo que queda y lo que debe primar es la sensación de haber dado todo de ti para conseguirlo. Porque, aunque finalmente no logres aquello que querías alcanzar, habrás aprendido muchísimo sobre ti mientras tanto.
Así es conseguidora, el dolor es el camino que debemos seguir para ser nosotras mismas. No huyas de él, úsalo a tu favor. ¡Es una herramienta maravillosa por descubrir!